La historia de los cohetes se remonta a muchos años atrás, inclusive en la época de Herón de Alejandría quien construyó un artefacto giratorio por medio del impulso del vapor. Cientos de años después el sueño de Julio Verne vio la luz con el comienzo de la era espacial.
Todo lo que conocemos del mudo del espacio es, la mayoría, por la ciencia ficción que nos ha mostrado verdaderas naves que agrupan el sueño de conocer lo que existe fuera del planeta Tierra.
Desde que comenzó la era espacial a la fecha, miles de cohetes han volado hacia el espacio, pero con una característica homóloga para todos, ninguno vuelve intacto. Durante el 2015 se trabajó en poder dar una mayor vida útil a las naves logrando que por medio de una posición vertical sobre la pista de aterrizaje y disparando continuamente para controlar su descenso, los cohetes podrían ser reabastecidos una y otra vez, provocando que el vuelo espacial disminuya cien veces su costo, dejándolo en inversiones más económicas.
Los responsables de esta investigación son dos empresas tecnológicas multimillonarias, expertas en el tema, se trata de Blue Origin de Jeff Bezos quién primero logró un aterrizaje en noviembre y SpaceX de Elon Musk quien lo hizo en diciembre. Ambas empresas son muy diferentes, la primera ha trabajado en impulsar los viajes con turistas al espacio, mientras que la segunda, es una experta en lanzar satélites y suministrar estaciones espaciales. En el caso de ambas empresas los cohetes son la base de sus negocios, por ello necesitan poder dar vida a cohetes reutilizables para poder mejorar la economía dentro de sus vuelos.
Tal como se demuestra en cada película del espacio, cuando un cohete vuelve a la tierra se destruye por completo y ésta explosión de objetos siempre ha resultado muy costosa para las empresas que deben gastar en la confección de cohetes millones de dólares para solamente realizar un vuelo. SpaceX y Blue Origin han trabajado con este problema durante años, por ello han invertido recursos en la investigación de cómo poder volver a utilizar las máquinas. Lo que han conseguido es incorporar a sus naves patas desplegables, truco que requiere un software a bordo para disparar propulsores y manipular las aletas para manejar los tiempos y movimientos en momentos precisos.
SpaceX, por su parte, ha desarrollado un trabajo más duro debido a que los cohetes que necesitan a diferencia de Blue Origin permanecen en su trayecto la mayoría del tiempo en posición vertical, mientras que los cohetes de SpaceX tienen que cambiar hacia una posición horizontal.
Si hablamos de reciclaje, claramente esta alternativa que busca funcionalidad y ahorro es una ayuda para disminuir materiales que constantemente contribuyen a dañar el ecosistema. Por ello pensar en que la construcción de cohetes disminuiría y sólo se tendrían que reparar las partes que se dañarán es una gran alternativa para todos.
Durante el año 2016 SpaceX logró la gran hazaña con su ejemplar el cohete Falcon 9 aterrizando en una plataforma flotante en medio del océano Atlántico, sin sufrir daño alguno haciendo historia y alcanzando 40.000 kilómetros de altura y volviendo aterrizar limpiamente.
En tanto los experimentos de la segunda compañía Blue Origin avanzan más lentos, pero eso no quiere decir que con menos éxito. Ellos están enfocando sus aterrizajes en tierra firme y han conseguido hacerlo, el problema es la altitud que alcanzan ya que llegan solamente hasta los 100 kilómetros de altura.
A pesar de que todos estos vuelos han sido ensayos, es un camino que ya se ha comenzado a recorrer y las variables con las que se trabajan son muchas como combustibles, velocidad, altura, clima, entre otras que juegan un rol importante dentro de la investigación que van hacia la confección de mejores máquinas para el futuro.